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Del Cardenal: María: La Primera Discípula Misionera

Homilies

American Catholic Tribune May 2, 2024

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Cardinal Joseph W. Tobin, C.Ss.R., D.D. Archbishop | Archdiocese of Newark website

"May 2 2024"

Mis Queridas Hermanas y Hermanos en Cristo,

Durante el mes de mayo, rendimos especial reverencia a la Santísima Virgen María, Madre de la Iglesia y primera Discípula Misionera de nuestro Redentor, Jesucristo. María nos muestra con sus palabras y su ejemplo cómo debemos amar y servir a los demás, nuestros hermanos y hermanas en Cristo.

La respuesta de María ante cualquier dificultad, grande o pequeña, fue confiar en la Providencia de Dios. A pesar de su orientación fundamental a la oración contemplativa (“atesorando estas cosas en su corazón”), María nunca se muestra indiferente o despreocupada. De hecho, con frecuencia, su respuesta es actuar sin vacilar, confiando en que el Espíritu Santo se encargará de asegurar que el resultado se ajuste a la voluntad de Dios.

La contribución de María a la evangelización y a la proyección misionera de la Iglesia puede ilustrarse con una anécdota de mis días de servicio a mi comunidad Redentorista. Una de mis responsabilidades más importantes como superior religioso era visitar a mis hermanos redentoristas en países de diversas partes del mundo. En una de esas visitas, viajé a Zahlé, una pequeña ciudad situada en un valle muy fértil del este del Líbano. En el pasado, familias cristianas habían cultivado allí, pero el terrible derramamiento de sangre de una guerra civil en los años ochenta les llevó a retirarse tras los muros de Zahlé, dejando los campos a sus vecinos musulmanes.

Mi comunidad tenía una presencia allí—el Centro Cristo Redentor para la Reconciliación, el primer centro cristiano fuera de la seguridad de la ciudad. Cuando llegué, mis hermanos me preguntaron si quería reunirme con un Imán, el líder religioso de la comunidad musulmana local. Alguien había estado ametrallando una cruz que había fuera del centro, lo que hizo temer a mis hermanos y a los miembros de la comunidad cristiana local por su seguridad.

Acepté reunirme con el Imán para ver si intervenía a nombre del centro, y se concertó una reunión. El Imán local era un clérigo joven y solemne que hablaba árabe. Hablé con él en mi francés de colegial y un traductor presente nos ayudó a mantener una conversación.

Las primeras palabras del Imán fueron la fórmula del credo de la fe islámica: “No hay más Dios que Dios, y Mahoma es su Profeta”. Le contesté con la respuesta habitual: “La paz sea con él”. El Imán dijo entonces: “Pero hablaré con usted debido a Miriam (la Virgen María)”.

Unos años antes, explicó, se dirigía a visitar a una familia que frecuentaba su mezquita y que tenía un grave problema.  Mientras conducía hacia la casa de esta familia, estaba confundido sobre lo que debía decir o hacer para ayudar a esta familia. Para distraerse, encendió la radio. La radio estaba sintonizada en una emisora cristiana, y la fecha era el 15 de agosto, Solemnidad de la Asunción. Cuando oyó el nombre de “Miriam”, que se menciona más a menudo en el Sagrado Corán que en la Biblia, decidió pedirle que le ayudara. Apagó la radio y rezó a Miriam. Cuando llegó a casa de la familia, ya sabía cuál era la solución y lo que debía decir. El Imán me contó que esta experiencia le conmovió tan profundamente que llamó Miriam a su hija menor.

El Imán escuchó atentamente las preocupaciones del pueblo cristiano y prometió ayudar. Más tarde compartí esta historia con una joven chiita del Líbano que conocí en Roma. Reconoció a este joven clérigo como alguien muy influyente. Le sorprendió mi experiencia y me dijo: “Si este Imán dice que eres su amigo, tus hermanos redentoristas están a salvo”.

La influencia de María es poderosa. Allí donde se le honra como mujer fuerte y compasiva, la gente se reúne a su alrededor, buscando su protección y su cuidado.

Mi comunidad Redentorista ha visto de primera mano la influencia de María como instrumento de evangelización en toda Asia. En Manila, por ejemplo, más de 120,000 personas se reúnen en nuestra iglesia cada miércoles para participar en la Novena a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. La mayoría de las parroquias de Filipinas celebran esta novena a la Virgen, y su imagen puede verse en taxis, autobuses y otros lugares.

En mis viajes para la comunidad Redentorista, vi multitudes similares (50,000 personas en Bombay y concentraciones parecidas en otras ciudades), pero la experiencia más intrigante la viví en Singapur. Allí, “sólo” 30,000 personas acudieron el sábado al santuario de Nuestra Señora, pero la mitad de ellas no eran cristianas. Cuando pregunté a algunas de estas personas, de muchas confesiones diferentes: “¿Por qué están aquí?”, me miraron incrédulos y me dijeron: “Tenemos que hablar con la Señora de la Misericordia”.

El arzobispo de Singapur me dijo que, según su experiencia, todos los catecúmenos adultos de su arquidiócesis, sin excepción, iniciaron su camino hacia la fe cristiana a través de esta novena a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro—lo que ilustra la verdad del viejo adagio espiritual de que, como discípulos misioneros, encontramos nuestro camino hacia Jesús a través de María.

La labor de María inspira a todos los misioneros. Su canto, el Magnificat, deja claro que Dios hace cosas maravillosas—levantar a los humildes, alimentar a los hambrientos y rechazar a quienes se creen autosuficientes y se niegan

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